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El genio de La Mancha sigue inflando sueños

Como hace dos años en Stamford Bridge, cuando convirtió en obús a la gloria a un balón esquivo, el sutil Dios manchego destapó toda su magia a un palmo de la agonía. Iniesta es la esencia, el fútbol hecho jugador, y anoche el balón le volvió a corresponder en tiempo y lugar idóneos: el Soccer City y la final del Mundial. Como lo leen. España se suma a la élite y ya luce estrella y palmito junto a Brasil, Italia, Alemania, Argentina, Uruguay, Inglaterra y Francia con el talento por bandera y el balón como excusa.

Con la base del mejor Barça de la historia como punto de partida el combinado del prudente Del Bosque se puso a lomos de Xavi, Puyol e Iniesta, que han culminado un lustro de ensueño con cuatro Ligas, dos Champions, una Eurocopa, un Mundial de clubes y uno de selecciones, para no bajar los brazos hasta levantar la copa.

La selección del toque y el desmarque, del pase y la continuación, de los pequeños genios y los grandes mediocentros, supo templar los nervios al inicio, acatar patadas de unos e inhibiciones de otro para llevar a la nueva Holanda a la prórroga, que era como llevarla al huerto. Xavi, Iniesta y Cesc en el campo, con Busquets guardando la finca, es demasiado para muchos, para casi todos. También lo fue para la milagrosa escuadra de Bert van Marwijk, el mejor entrenador del torneo y verdadero artífice de la heroicidad holandesa, que ha puesto en jaque a las mejores en base a orden, patadas y pegada.

En el orden de la Italia anaranjada se esperaba a Sneijder, que completó su partido más gris, y en el desorden a Robben, que sí estuvo a la altura pese a perdonar la vida a Casillas para alegría de España y euforia de Florentino. En el día clave les abandonó la pegada pero no las patadas. Ahí se lucieron muchos. Desde el alocado Heitinga, que ofreció media gloria a Iniesta con su expulsión, a karate kid De Jong pasando por el invisible traumatólogoVan Bommel, especialista en tobillos. Mark es el yerno del seleccionador pero en Sudáfrica más bien parecía el de todos los árbitros del Mundial. El ex-azulgrana pasó en un mes de polivalente a polígamo.

Aunque, no nos engañemos, para patadas históricas las de Iniesta a su amante más fiel y de Zapatero a la crisis más dura con gol de su jugador favorito. El genio de La Mancha no regateó deseos a nadie el día que echó el cierre a un Mundial muy singular. Nunca antes se celebró en África, jamás lo ganó una selección que perdiera el primer partido, que superara los cuatro partidos eliminatorios por 1-0, ni tampoco que completara el torneo con todos los goleadores de un mismo equipo. En este caso, el Barça de los Villa (5), Iniesta (2) y Puyol (1).

Al final lo de Paul no fue Pulp Fiction y España ya tiene una estrella en La Mancha y otra en el pecho.